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El Edain caminaba por la ladera de las colinas circundantes al campamento, cantando en una extraña lengua casi olvidada ya en la Tierra Media. Durante su juventud, hace ya muchos años según el cómputo de los hombres, conoció a su hermano Elros, pues a menudo viajaba con los Téleri hasta Akallabeth. Pronto empezó a viajar con tanta asiduidad y tan lejos que Manwë lo instó a quedarse en tierra, viéndose truncando de raíz el deseo de conocer a su otro hermano en el momento en que Eru hundió Númenor y separó a Valinor de Arda. Ahora que, al fin, su deseo podía llevarse a cabo, tuvo antes que limpiar su imagen con alguna hazaña importante en las Tierras Perecederas, pues no sabia hasta que punto podía estar informado su hermano o escrutar los pecados de Earanwë en su mirada. Por desgracia no había podido participar en la Última Alianza, puesto que en esos tiempos se encontraba en las inexploradas tierras del Este, buscando a Allatar y Pallando. Y ahora que había vuelto, le había sido revelado que Elrond marchó ya al descanso eterno de los Bosques de Laurenandë. ¿Cuán crueles pueden llegar a ser los designios de Eru Ilúvatar, que ahora le negaban todo por lo que había luchado...?
’¡snifff!’-Un tremendo hedor a muerte penetró el olfato de Earanwë y de golpe un dolor punzante en su nuca y un escalofrío le advirtieron...
"¡Alguien habla la lengua oscura en las proximidades!"-Y corrió colina abajo para ver que estaba pasando... los orcos no acostumbraban a usar la lengua de Mordor, sino la lengua común con algunos pequeños rasgos de ese impío idioma y un horrible acento, y mucho menos acostumbraban a hablarlo por esas tierras aún lejanas de la torre oscura...
Earanwë no tuvo tiempo de reaccionar, ya fuere huyendo o yendo a pedir ayuda, cuando quiso darse cuenta toda la tropa había ya caído sobre él.
"¡Cuivië melyanna mîr, rómen Valang!-gritó mientras desenvainaba a Erèingaraksîl, su espada nóldorin.
Y con este grito se lanzó a por la primera oleada de uruks, mayormente formada por Orcos de pequeño tamaño y algún goblin, los más rápidos.
Durante años había sido entrenado para este tipo de batallas, aunque los más pequeños no planteaban ningún grave problema, debía deshacerse raudo de ellos, puesto que podrían ser realmente molestos cuando tocase pelear con los grandes. Mientras esquivaba las flechas de los rezagados le dio tiempo de liquidar tan sólo a cinco Orcos, puesto que los demás aprendieron rápido que las mordeduras de Erèingaraksîl eran peligrosas, tan sólo su proximidad provocaba en cualquier criatura oscura un agudo dolor, realmente los Noldor sabían hacer su trabajo.
La cota de malla que llevaba bajo la capa lo protegía de algunos disparos... Pero debía tener mucho cuidado, puesto que no podía perder ni un minuto de concentración en los goblins que lo arqueaban mientras se enfrentaba a los Olog-Hai, esas oscuras y
gigantescas criaturas que nadie sabía ciertamente si eran Trolls o Orcos, que eran tan fuertes como un Troll, mucho más ágiles que el Orco más ágil, grandes como medio Olifante y mucho más listos de lo que cabría esperar por su tamaño.
Earanwë reculó tan rápido como pudo hasta llegar a una pared en la roca ligeramente inclinada hacia dentro, de manera que quedaba protegido de ataques desde arriba por el saliente, unos sesenta pies por encima de su cabeza. Y allí se dispuso a hacer frente a los Olog-Hai, pues como mucho podrían atacarle de dos en dos y quedaría bastante cubierto de los arqueros.
Mató al primero casi por casualidad, y le pareció que incluso fue el Olog el que se tiró a la espada, luego lo comprendió, se había suicidado y no tuvo tiempo de sacar la espada del estómago de la criatura, ni de evitar el tremendo puñetazo en el pecho del segundo engendro, que lo privó de aire durante un par de segundos, pero cuyo empujón lo ayudó a recuperar su arma, en parte también ayudó que la piel del primer Olog se estaba derritiendo entorno a la hoja de Aman.
Le costaba respirar y el Olog no le daba cuartel, mientras se acercaban un tercero y un cuarto, el quinto iba más rezagado puesto que era el que llevaba encadenados un par de Trolls.
Los arqueros se habían ya posicionado entorno al parapeto del Edain, y buscaban un ángulo de tiro correcto, pero les era difícil debido a que el Olog que atacaba al Dúnedain eran casi cinco veces mayor que él en tamaño...
El Olog esgrimía una enorme hoja de Morgul que hacia temblar al Dúnedain cada vez que caía... pero Erèingaraksîl aguantaba el embate abriendo brecha en la hoja Negra, por algo su nombre era ’noble colmillo de hierro resplandeciente’ y era su mera presencia lo que hacía enloquecer a la bestia y golpear con toda su ira.
Al recuperarse del aturdimiento Earanwë se dio cuenta de la pequeña brecha en la espada, y la golpeó con su arma en el momento preciso, aprovechando el embate del engendro, que al partir su espada cayo de rodillas por su propia inercia.
Earanwë lo degolló al instante.
Estaba rodeado por arqueros, subían hacia él dos Olog-Hai y un tercero traía consigo a dos Trolls. El dúnedain recuperó el aliento y arrojando su capa dejó que la Elessar resplandeciese en su pecho, cegando a los tiradores.
De pronto, su voz creció y sonó sobre el viento de la colina, grave y profunda como el abismo que engulló a Akallabeth-"Menel Valmîr sílmith mannár, ¡dîn iluvë gwath!"- entonces unas llamas plateadas se trenzaron con la luz verde de la piedra en su pecho y cubrieron su cuerpo por completo, sus ojos brillaban como la aurora y los Orcos quedaron cegados...
Earanwë se abalanzó sobre los dos Olog que subían y les dio muerte con excesiva facilidad, su carne prácticamente se abría antes de entrar en contacto con su espada, que parecía cantar a la luz que desprendía el cuerpo del Edain, a unos 100 pies de donde se encontraba los Trolls huían, los arqueros habían empezado a recuperarse y le disparaban, pero las flechas se convertían en ceniza al entrar en la luz. El Edain corrió hacia los Trolls, debía rematarlos ahora que aún le quedaban fuerzas, seguramente la Compañía había visto ya las luces de la batalla, pero no sabía cuanto iban a tardar.
Cuando alcanzó al Troll más lento, le dio muerte clavándole varias veces su hierro en la espalda, el otro se giró para plantarle cara, y cuando iba a asestarle el primer golpe, Earanwë cayó en la cuenta..’Uno, dos, tres y cuatro... ¿y el quinto?’
¡PLOMF!
Un descomunal golpe lo catapultó hacia el Troll, que quedó noqueado por un momento, el quinto Olog-Hai, había soltado a los Trolls como cebo.
El dúnedain estaba tendido en el suelo, su espada había caído lejos de él, y tenía un Olog-Hai golpeándolo incesantemente, de momento, el halo de luz absorbía la mayor parte de los impactos, pero eso acabaría pronto, justo al tiempo, suponía, de que el Troll se recuperase y los goblins llegasen para ayudar a destriparlo.
Incorregible, Strider estaba ahora en un gran apuro, y todo por dejarse llevar por la Ira, de nuevo, su orgullo haría cambiar su sino de forma absoluta.
Cerro los Ojos y pensó una solución mientras los golpes se hacían cada vez más intensos, en parte por la rabia que provocaba en el engendro ver a Earanwë tranquilizándose y cerrando los ojos, y en parte porque la luz brillaba cada vez con menos intensidad.
’Realmente, si Eru Ilúvatar tiene pensado que Earanwë no debe morir aquí, este será el momento de ayudarle’, pensó el medio-Edain, mientras se le escapaba una sonrisa socarrona, pues su Fe y Confianza en Eru se habían puesto en entredicho, en más de una ocasión... de hecho esa fue una de las cosas que aceleraron su marcha de Valinor... La Blasfemia...
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